sábado, 13 de agosto de 2016

Del Alto del León a Cabeza Lijar, Cerro de La Salamanca y Risco del Palanco

Cerro de la Salamanca y Cabeza Lijar desde el Cerro del Palanco
Para finalizar la parte campestre de mis vacaciones me he ido a correr un rato por la montaña, a la zona de Cuelgamuros, cuerda montañosa que parte del Alto del León o puerto de Guadarrama (1.510) y acaba en el Abantos a la altura de El Escorial. Es zona muy agradable para correr o, en mi caso y estado de forma, troti-andar por sendas pedregosas no muy empinadas y pistas asfaltadas y sin asfaltar. Grandes vistas, pinares tupidos, cimas accesibles y sendas bien señalizadas (pasa por aquí el GR10 y hay varias sendas locales), hacen de este sector de la sierra un paraiso excursionista. Mi ruta ha salido del puerto por la pista tras el asador, ha tomado un sendero al kilómetro más o menos de salir pasando una cerca (señalizado en azul y blanco-rojo-verde para no perderse) que en constante subida deja en la primera eminencia del día, el Cerro Piñonero (1.649), una breve bajada al Collado de la Gasca (1.601) y la subida final sin dificultad alguna a Cabeza Lijar (1.823) y su mirador sobre un viejo bunker de la Guerra Civil. Bajada por senda pedregosa al siguiente collado (de la Cierva o de La Mina, 1.709), cruzado por la pista que luego tomaremos a la vuelta. Una vez en el collado seguimos rumbo suroeste hasta la siguiente cima tomando el GR que, en cómoda pendiente por el bosque de la ladera oeste de la montaña, nos deja en las inmediaciones del sucio refugio de La Salamanca unos metros por debajo de su cima (1.785). Como todavía tengo tiempo sigo un rato por la línea de cumbres y por el sendero de la cara este me llego subiendo entre gayubares a la pedregosa cima del Risco del Palanco (1.667), estupendo mirador del maravilloso Valle de Enmedio, Cueva Valiente y la Peña Blanca. Para volver, encuentro una senda volviendo sobre mis pasos unos centenares de metros y descendiendo hacia el noroeste, por debajo de La Salamanca, al collado del Hornillo (1.637) que separa la cuerda principal de la eminencia de Cueva Valiente (1.903). Ya abandonamos las sendas de guijarros y tomamos la pista que, asfaltada en este tramo, nos lleva de nuevo al collado de La Mina y rodeando los contrafuertes de Cabeza Lijar lleva de nuevo al Alto del León. Este tramo, abierto al tráfico, lo compartiremos con coches e "intrépidos" motoristas, lo que le quita algo de encanto a la excursión si bien las maravillas contempladas previamente hacen que pronto lo olvidemos. Me han salido casi 16 kilometros y unos 600 metros de desnivel de subida.

Cabeza Lijar desde el Cerro Piñonero


Abantos y Valle de Los Caidos desde Cabeza Lijar

Llegando a La Salamanca

Cabeza Lijar desde La Salamanca

Cueva Valiente y Refugio de La Salamanca

Peña Blanca y Valle de Enmedio desde el Risco de Palanco



Collado Hornillo

Abantos y Risco del Palanco desde la pista hacia el Alto de León



La Serrota

La Serrota y el Cerro del Santo desde el Collado de la Honda

En mi continuo volver a empezar y aprovechando unos días de vacaciones me he ido a tierras abulenses a subirme a La Serrota (2.292) sin más pretensión que disfrutar de las vistas que esta alomada montaña promete por su privilegiada situación al norte de la alineación principal de Gredos. Sierra paralela a ésta y en medio de los vecinos macizos de la Paramera y de Piedrahita que ya he visitado en alguna ocasión, es montaña que se ve desde la ciudad de Avila, desde el valle de Amblés e incluso desde el lejano Guadarrama y por sus suaves formas no llama demasiado la atención. Desde Gredos no destaca en absoluto, pero no olvidemos que no alcanza la respetable altitud de casi dosmil trescientos metros por muy poco. De hecho es esta una de las zonas más frías de toda España pues la barren los vientos del norte sin protección alguna al llegar estos directamente desde el Cantábrico tras sobrevolar las altas estepas castellano leonesas. Tierra ascética, desnuda, de pasto y matorral salpicado si acaso aquí y allá de algún retazo de bosque cerca de los pueblitos que se esconden al resguardo de algún valle, a mí me resulta muy atractiva y pasear por sus montañas garantiza soledad y silencio, bienes escasos para urbanitas como yo. Así que en un bonito y virado viaje por carreteras secundarias llego a Cepeda La Mora, base de la ascensión cercana al Puerto de Menga. El coche lo dejo enfrente del cementerio del pueblo, a unos pocos cientos de metros antes de entrar al mismo viniendo del puerto. Y empiezo a andar sin más por una pista, tras una barrera, que se dirige al norte con el Cerro del Santo en lontananza como referencia. En seguida me doy cuenta que esta es sierra viva, con gran actividad ganadera y cinegética y con caminos al efecto para efectuar ambas actividades. Montaña de vacas, como me gustan a mí, que cada vez soy más celoso de mi integridad física. Se va ascendiendo por buen camino durante algo más de un kilómetro y medio y encontramos, un cruce. Hay que tomar el ramal a la derecha traspasando otra barrera y cruzando algo después un arroyo. Aquí el camino empeora algo y se empina un poco pero sin problema alguno. Al fondo aparece el redondeado Cerro Valderromán (2.003), nueva referencia a  cuya base nos conduce el camino sin contratiempo tras cruzar un par de barreras más. Estoy en la dehesa de la Honda, fin del camino "decente". Me encuentro con un buen número de vacas que huyen corriendo en cuanto me ven, cosa que me llama la atención y contrasta con la abulia del ganado vacuno mucho más acostumbrado a la presencia humana del Guadarrama, lo cual dicho sea de paso no deja de mosquearme un tanto. Una vez en el collado el camino vira a la izquierda y se hace sendero y, algo más adelante, rastro de senda señalizada con hitos que gana la cumbre del Cerro del Santo (2.199) en lo que es la parte más dura de la ascensión. Ya se tiene a La Serrota al alcance la mano en un recorrido evidente que pasa por el Collado de la Honda (2.178), Cerro Calamocho (2.265), otro collado de la Honda según Iberpix (2.254) y la suave subida final al vértice sobre torreta de La Serrota o Cerro del Telégrafo (2.292). Como esperaba, vistas espectaculares de Gredos desde el Pico de Casillas hasta la sierra de Candelario e incluso más allá. El Circo y sus cumbres principales enfrente mismo, la Mira, el Torozo, la sierra del Cabezo, el lejano Guadarrama en el que la claridad del día permite distinguir las inconfundibles formas de la Maliciosa y Peñalara, la vecina Paramera, los valles que se descuelgan en todas direcciones y la sensación de estar navegando sobre las inmensas llanuras hacia el norte... He tardado unas dos horas en salvar los 800 metros de desnivel y casi ocho kilómetros.

El Cerro del Santo al poco de salir

En la inmediaciones de Cepeda La Mora

Cerro de Valderromán

La Paramera y Valderromán desde el Cerro del Santo

Último arreón a la Cumbre

Circo de Gredos

Algo de zoom

La Mira

Vista al norte
Me resisto pero tras un buen rato de contemplación tengo que volver. La ruta de retorno elegida es la que sugiere la sucinta y legendaria guía del Sistema Central publicada por Luis Alejos hace un porrón de años y que es mi referencia: "De vuelta al Cerro del Santo nos desviamos (S) hacia el Canto de la Oración (2.053), descendiendo por los prados a la pista que desemboca en la carretera de Cepeda (1.500)". Así hago. No hay senda ni hitos, si acaso veredas propiciadas por el paso del ganado. Una vez en el Cerro del Santo se ven hacia abajo algo a la derecha una serie de praderas que deben ser el dichoso Canto de la Oración, recomiendo vivamente ir hacia ellas pues yo opté por acortar siguiendo el filo de la loma mientras el terreno me lo permitió y acabé metido en el clásico embarque entre escobas y piornos de estas sierras hasta dar con una pista que, a media ladera de la sierra, acaba en las praderas mencionadas. Momentos de angustia y destrozo en mis piernas que terminan llenas de arañazos. Más vacas que huyen como si hubieran visto al mismo diablo."¿Qué no las harán los lugareños?", llego a pensar. Las sigo por el camino, de nuevo hacia el norte, hasta dar con el pequeño circo glaciar que se forma en la ladera este del Cerro del Santo. Una vez aquí se trata de bajar por el arroyo que aquí nace, campo a través pero por piso no hiriente, hasta dar con una finca (Corral de Majaramojo), que atravesamos. Aquí ya retomamos la pista por que subimos a la mañana y en un periquete volvemos al coche. Mañana magnífica que en unas cuatro horas y media paradas incluidas me ha permitido conocer este sorprendente macizo.

Vacas a más de 2.000 metros


(?)

Pequeño infierno

Circo Glaciar

Praderas

Finca de Majaramojo


Croquis hasta que me quedé sin batería


martes, 24 de mayo de 2016

Cross Tres Refugios 2016: Fuera de control

Afrontando el Ventisquero de la Condesa
Primera entrada del blog en todo el año, lo que da una idea de la escasa actividad en estos meses. Etapas de la vida. Volverán tiempos más propicios. Pero como me sigue picando el gusanillo de correr por la montaña pues no pude resistirme y en otro alarde, no sé si de excesivo optimismo en mis posibilidades o de pura idiotez, me inscribí en esta mi carrera favorita de montaña. Y mira que sabía lo que me esperaba, pues sería la sexta vez que me pusiera en línea de salida. Esta prueba de la legendaria Copa de Hierro de Carreras de Montaña de Peñalara no es excesiva en longitud (unos 30 km) ni en desnivel (+ 1.750) para los actuales cánones ultras,  pero no deja de ser un hueso duro de roer si no vas con un mínimo de forma para enfrentarte a alguna de las sendas más bravías del Guadarrama. Si a ello se le une mi ya inveterada mala costumbre de hacer experimentos con el calzado, apaga y vamonós. Esta vez he venido con mis Merrell AllOut Rush, una zapatilla que no es ni chicha ni "limoná", ni minimalista ni no, pero en cualquier caso muy blanda para el actual estado de mis pies, si bien ya venía muy rodada e incluso probada sin incidencias en el último Cross de La Pedriza. Y claro, el largo descenso de Maliciosa (2.223 m) a Canto Cochino y no parar a atarme bien las zapatillas antes de empezar a bajar, ha vuelto a pasar factura a las plantas de mis pies, que ya a media altura presentaban unas dolorosas rozaduras que me hacían correr de puntillas. Mal, muy mal por mi parte. Otro tópico: Se junta el hambre con las ganas de comer. Si ya venía justito, pues desde Canto Cochino me toca, en un calco de hace dos años, entrar en modo supervivencia y afrontar de nuevo la eterna subida a la Bola del Mundo, remontando el impetuoso curso del Manzanares , básicamente andando despacito e intentando no ceder a la tentación, mandarlo todo a freir espárragos y sentarme tranquilamente a mirar el espectacular paisaje viendo pasar a los escasos corredores-paseantes que van detrás mío, que me van alcanzando y a los que voy perdiendo de vista no sin antes recibir mis ánimos.  El muro final del Ventisquero de la Condesa, un empinado praderío todavía salpicado aquí y allá de neveros y lleno de agua y barro, aún lo hago engarzado a una hilera de corredores que reptamos como podemos de hito en hito, pero en cuanto cede la pendiente y toca bajar mi última esperanza de poder entrar en tiempo (máximo 6 horas) se difumina. Aún puedo medio trotar por la parte de cemento de la pista, pero es coger el sendero del Emburriadero, que sustituye a la drástica bajada de la Pala Montañeros por exigencias del Parque Nacional (mira tú, una "ecológica" pista de esquí), y los pedruscos puntiagudos que alguien ha puesto ahí aposta para maltratar aún más a mis ampollas impiden que mi ritmo pueda ir más allá de un ridículo ir de puntillas esquivando los guijarros más prominentes. Cuando llego a la carretera para ya afrontar los últimos cientos de metros siento el mismo placer indescriptible que se debe sentir cuando has llevado largas horas  un yunque de 100 kilos y de repente lo sueltas. Corro hasta con alegría. Y tras seis horas y cuarto añado el primer fuera de control en una carrera a mi cada vez más larga lista de fracasos clamorosos en carreras de montaña, algo es algo, aunque, en el fondo, me lo he pasado muy bien.